viernes, 8 de agosto de 2014


 

 

 
La luna sigue siendo la que inspira
las ganas de escribir mi último verso
bien sabe que lo dicho no es mentira,
ni es obra de un clamor loco o perverso
Bien sabe mi sentir, mis noches brunas,
mis horas más dichosas o sombrías
Los ríos de mi sufrir o mis lagunas,
en los textos de amor de mis poesías

 Es ella mi amistad, la más querida
quien conoce mi ser y mis estrellas
las horas más sensibles de mi vida,
mis sueños, mi placer y mis querellas
No existe ningún astro que rebase
lo que ella significa en mi semblanza
me muestra siempre fiel, su mejor fase
bañándome de luz y de confianza

Desdeño en estas horas pesimistas
aquello que legó sobre mi estampa
hiriéndome más fuerte las aristas,
sintiéndome cautivo en una trampa

En este laberinto sin salida
menosprecio el placer que me causaban
los versos más hermosos de mi vida
que en mis noches de amor me despertaban
La luna sigue siendo la que inspira
Las ganas de escribir mi último verso
El tedio es el villano que conspira
En contra del juglar y su universo.

                                                                       © Salvatore

sábado, 2 de agosto de 2014


 
Una tarde de enero del año 13 del segundo milenio, acudí al llamado de la luna.
Desde que era yo un infante, la luna me llama de vez en vez para saludarme, no necesito mirarla para saber que está ahí, solitaria en el cielo. Su sola presencia me grita, existe un vínculo eterno entre nosotros dos.
Esa tarde me llamó de una manera especial y presto acudí a su encuentro, por alguna extraña razón, algunas estrellas se alineaban para tomar una forma singular en el firmamento. Se habían ordenado de tal modo que formaban entre todas, algo que parecía un corazón.
Yo se que cuando esto ocurre en el cielo, es el presagio de que algo singular se presentará en mi vida. Por el momento, no supe de qué se trataba todo esto, pero de pronto sentí que en mi pecho se abría una puerta,  los cerrojos de un sitio que estaba reservado para ser llenado con un amor muy especial. Pero no atinaba yo entender,  qué sorpresa me tenía reservada el destino.
Pasaron tres meses y la respuesta aún no tenía significado alguno.
El primer domingo de abril, como es costumbre en casa, donde el primer domingo de cada mes, mis hijos casados nos visitan para comer, con sus parejas.  Silvia mi esposa,  se encarga de que ese día sea algo especial y grato para todos. Prepara una serie de platos y coloca a su especial manera la mesa, que verdaderamente  sabe darle un giro particular a un día que bien pudiera pasar como cualquiera.
De pronto, Diego, mi hijo mayor se levanta y pide la palabra para anuncia que pronto se estrenarían de padres, que su amada esposa Jakie, estaba esperando un hijo y que cursaba el tercer mes de embarazo.
Todos abrimos los ojos por la sorpresa y de inmediato, uno a uno abrazamos a los futuros y orgullosos padres para compartir su felicidad y desearles lo mejor  para la gestación y el parto.
Advertí, por segunda vez que mi corazón saltaba de gusto, que se empezaba a llenar de esa luz que solo un amor especial  puede emitir y provocar la singular emoción que sentía.
Ahora cobraba significado la alineación estelar. Un milagro del cielo estaba escribiéndose en el libreto de mi vida y esto me ponía especialmente feliz.
Pasaron los meses y una noche cercana al invierno, recibimos en casa una llamada, la
llegada del bebé anunciaba su arribo. Era el 19 de diciembre y muy cercanas las 12 de la noche.
Silvia y yo nos vestimos y prestos acudimos al hospital donde nacería mi nieta Ana Paula.
Llegamos a la clínica.
Sin que la recepcionista se diera cuenta, ni nadie en el lugar, le dejé mi solicitud de abuelo en su escritorio. Un par de horas más tarde me habían dado el visto bueno. Me acababan de dar el título de abuelo por primera vez en mi vida.
Mi corazón saltaba, desenfadado, de alegría mientras esperábamos conocer a Ana Paula.
Tenía la necesidad imperiosa de salir y ser  yo el que le llamara a la luna para agradecerle su gentileza y compartir con ella tanta dicha.
Salí y de inmediato me sonrió de una especial manera,  me iluminó con sus melancólicos rayos para que sintiera su abrazo y ser cómplice de la alegría que todo esto me causaba.
Tanta ternura, me ha vinculado más con la luna y desde ese momento ha arropado en su regazo
A mi nieta Ana Paula.
Así, que cada vez que miro por las noches al cielo, sé que de alguna manera, Ana Paula le está sonriendo a mi amiga.

                                                                                                      Salvatore*

 
Te he extrañado, amor mío solitario en la cama
hallándote en las sombras, en mi insomnio doliente
saboreando tus besos y tu pasión de dama
inventando un abrazo en el cuerpo y la mente.
Te he extrañado, amor mío como se extraña el canto
de una alondra en la ducha, que enmudeció su voz
como extraño a la luna, su luminoso manto
su nocturnal caricia que nos unía a los dos

 He soñado contigo, con tu beso y tu boca,
con tu cuerpo de diosa, desnudando su amor
te aparezco en mi cama, cual sirena en la roca
que me invita al encuentro y me da su calor.
Te he extrañado, amor mío, con la duda y la pena
arrepentido y solo, abrazando tu almohada
por las noches regreso, a pagar la condena
de llorar por tu ausencia con la luz apagada.

Y si acaso me duermo, vuelvo a soñar contigo
retozando en mis brazos insensata de amor
si el insomnio me alcanza, otra vez el castigo
de atrapar margaritas y deshojar su flor.
                                                                           Salvatore*